martes, septiembre 24, 2013

PERRA HAMBRIENTA


Mi abuela paterna –la única que conocí- se comía la fruta ya mordida, los huesos de pollo o de los bifes de costilla que con mi hermano mayor habíamos descartado.
Parecía una perra hambrienta, mi abuela. Se lo dijimos una vez, riéndonos de ella y mi abuela, que no tenía dientes para comerse lo que se comía, nos miró como si acabara de encontrarnos entre restos de comida y nos dijo:
-Hijos del olvido, nietos de la furia.

Por ella escribo, no por Faulkner ni por Hammett.

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