Los escarabajos no son de
mirarse mucho al espejo. Tampoco lo era el protagonista de esta breve ficción
de casi medianoche.
Avanzaba torpemente sobre el
sucio piso de la pensión en las afueras de Praga, cuando se vio.
No supo en ése, su inaugural
alarido de espanto, que en adelante sería hombre y lo llamarían Gregor Samsa.
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