martes, enero 29, 2013

TANGO


Detuvo el auto y estacionó en contravención, son dos minutos, entrego un medicamento –le dijo al policía que amenazaba con multarlo.
Pero dos minutos –dijo el cana y se puso a mirar su reloj pulsera.
Bajó, entró en la casa sin llamar.
Vos, puta, y mi mejor amigo, qué bolero –les dijo antes de dispararles a la cabeza, con silenciador. Apenas si se conmovieron con los disparos: parecían seguir cojiendo.
Salió y subió al auto.
El cana medio que lo felicitó: en diez segundos se le vencía el plazo, le dijo, con esa media sonrisa con la que los canas, a veces, nos perdonan una infracción de tránsito.

jueves, enero 24, 2013

DUELO A LAS OCHO


El encuentro, cita, duelo o lo que fuera lo habíamos convenido a las ocho de la noche, en lugar apartado aunque cercano a una sala de primeros auxilios.
El tema a discutir es viejo como el mundo y acaba mal, nunca hay acuerdo, qué acuerdo puede haber cuando la cuestión a dilucidar es el amor de una mujer bella. El progresismo dirá lo que dice pero dos machos que disputan una hembra no se atienen a reglas y costumbres, supongo que es atávico y que en la selva los monos aplaudirían al ganador, si sobreviviera.
Estuve a las ocho en punto.
Fumé tres cigarrillos y me senté en el pasto –dije que era un lugar apartado- a mirar el firmamento. Si el hijo de puta se atreve a venir –pensaba-, quiero por lo menos haber visto brillar a Venus.
Ni Venus ni duelo, se nubló y el tipo no vino.
Pensé, qué cagón.
Después supe que antes de las ocho la mujer bella le había dicho que lo amaba.

sábado, enero 19, 2013

DESIERTOS


Antes, cuando vivíamos incomunicados, cuando Antonioni filmaba “El desierto rojo”, la llegada de una carta o el llamado de un amigo eran motivo de expectativa y regocijo.
Después aparecieron los medios cibernéticos. Con el mail se simplificaba el tema, no había que ir al correo ni cambiar dinero por sellos postales.
Pero la tecnología, infatigablemente tumoral, sumó artefactos cada vez más sofisticados, pequeños, “robables” y a menudo artificialmente incompatibles con los anteriores. Todo se complicó. Ya no es lo mismo abrir el facebook con tu compu que acceder a él desde tu smartphone y subsiguientes. Lo que antes era expectativa y regocijo devino en rutina y hartazgo. El amigo lejano ya cansa con sus posts y sus pedidos de charlar un rato por skype. ¿Qué va a decirnos de nuevo, qué tenemos para contarle que no sea el habitual hastío, por qué no me llamás más tarde o preferiblemente nunca sin avisarme?
Hoy “El desierto rojo” es más que nunca antes un film aburrido, lento, incomprensible.
Ni por Mónica Vitti vale el esfuerzo de volver a verla.

jueves, enero 17, 2013

VIAJES


Y la literatura es también la música, la partitura, el solitario concierto a toda orquesta.
No siempre importa lo que cuentes. En rigor, nunca importa qué cuentes. Sí, cómo. Y aunque no haya qué contar, estarán las palabras.

Pienso en dos autores españoles, por poner ejemplos: Antonio Muñoz Molina y Javier Marías. Mozart y Salieri. La plenitud y el bostezo.
Me dirás que "es cuestión de gustos" o que ninguno, o que ambos. Puede ser, no conozco otras leyes que las siempre inmaduras de mi sensibilidad y por lo menos sospechable experiencia lectora.

O el jubiloso, travieso Cortázar con su cara de niño hasta incluir "Deshoras" y haber autonavegado por la cosmopista con su última compañera. Qué pasaba en las bodegas del Malcolm, ya no lo sabremos por su boca y apenas si, en una de muchas relecturas, sentados con Pérsico bajo las constelaciones, hablaremos de otros viajes, de otros nunca alcanzados destinos.

Si al escribir partimos, el viaje puede ser demasiado breve para nuestra ambición itinerante. O interminable como el de unos marcopolos de la hollada gramática, varados en un mar de sargazos sin adjetivos.
¿Partimos para llegar? 
No lo sé y temo no poder darte una respuesta.
A lo mejor porque mi único miedo no es llegar a puerto sino a la escarpada costa, a la tierra vacía, a la isla sin palabras.

martes, enero 08, 2013

SOLOS



Hay tipos que editaron una novela (corta) y unos relatos, y se los recordará por siempre, como Juan Rulfo.
Otros escribieron veinte o treinta sin haber siquiera rozado a la literatura.
Salvador Benesdra –de quien escribo en otra entrada, motivado por una entusiasta referencia de Luis Mey a su única novela, “El traductor”- saltó por la ventana de su departamento sin haberla editado. No había cumplido 50 años.
A los 59 años, Jorge Baron Biza, autor de “El desierto y su semilla” se lanzó al vacío desde un piso 12. Como Benesdra, era también periodista y parte de una familia de trágica historia en Córdoba.
A los 31 años, John Kennedy Toole ya había escrito y tratado infructuosamente de editar “La conjura de los necios”. Le dieron el Pullitzer después de haberse quitado la vida.
Rulfo tuvo una vida no demasiado larga pero tranquila, viajó por el mundo y disfrutó de un merecido reconocimiento a su breve pero trascendente obra.
Los hiper prolíficos que no rozan la literatura pueden llamarse como se llamen y ser viajeros frecuentes, al punto de conocer el mundo sin haberlo penetrado y gozar de franquicias para parientes en las compañías aéreas.
Las novelas de Benesdra, Barón Biza y Kennedy Toole son magníficas y podrían haber dado a sus autores la posibilidad de vivir creyendo que no estaban solos.
Pero estuvieron solos.

sábado, enero 05, 2013

SUEÑOS EN EL AIRE


El tipo fue rey mago en su juventud, hace casi cuarenta años: lo eligieron porque era morocho y porque se llama Baltasar. No le gustó la idea: ¡Pero si ese rey era negro!, se defendió. Acá no tenemos negros, gilún, y vos sos lo más negro que hay en el barrio y te llamás Baltasar.
A joderse. Allá fue, a repartir regalos entre el piberío por cuyas casas los reyes pasaban de largo: autitos de plástico, muñecas destartaladas, pelotas de goma, revistas y hasta libros de cuentos que donó la biblioteca popular.
Le gustó, a Baltasar, y repitió su tarea durante las noches de varios eneros.
Un día, algo pasó. Bandos militares, proclamas, toque de queda, allanamientos del ejército. Lo arrancaron de su vivienda, una muy modesta habitación de inquilinato, y se lo llevaron a un sótano. Lo torturaron casi hasta morir. Pero era fuerte, Baltasar, y mago. Sobrevivió, aunque ya sin atributos de rey.
Ahora vuelve al barrio, a pie, sin camello y ve que las puertas de las casas están cerradas bajo siete llaves, los vecinos lo miran con desconfianza, los pibes están encerrados, tan prisioneros como él durante la dictadura.
-¿Por qué te metieron preso los milicos, Baltasar?- le pregunta, en una esquina del barrio, un viejo barrigón que en su carrito a pedal fabrica y vende copos de nieve.
-Por lo mismo que a vos- dice Baltasar: -Por tejer dulces sueños en el aire.

jueves, enero 03, 2013

HARAPOS


La encuentro vagando por la playa, temprano en la mañana, como perdida. Apenas si advierte mi presencia, que no la incomoda más que la de las gaviotas con sus graznidos y desordenados vuelos.
Vestida con harapos húmedos, tirita, se abraza a sí misma como si lo hiciera con alguien de quien va a separarse en un momento.
Le pregunto de dónde viene.
-De allí.
Señala el mar, lo encierra en el mismo abrazo y recién entonces parece aceptar que no soy un fantasma.
-Te invitaría a que me acompañes- dice. –Pero es temprano. Hace mucho frío allí. Abrazame.
Voy hacia ella, me separan dos, tres pasos sobre la arena tan húmeda como sus harapos.
Doy el primero, ya con mis brazos tendidos.
Al segundo me envuelve una ráfaga helada.
Al tercer paso y a mis pies, sólo harapos de arena.

martes, enero 01, 2013

FELICIDADES


Los años no se van lejos. Cerca de mi casa, por ejemplo, hay una guarida de años: una vieja cabaña cuyo techo de tejas se voló a medias con las tormentas de viento, los muros algo derruidos de ladrillos a la vista, un terreno descuidado que algunos vecinos desaprensivos usan como basural pero que alguien, una vez al mes, desmaleza y limpia.
Hoy me di una vuelta por la cabaña y ahí estaba el 2012. Acurrucado por el frío y una rotunda tristeza que, al avanzar el 2013, irá mutando en melancolía.
Le dije buen día, no voy a desearte felicidades, dejame compartir con vos unos mates.
Me senté a su lado, calenté agua en un brasero y cebé los primeros mates. Me gustan amargos –dijo-, cimarrones.
Después de los primeros mates se atrevió a confesarme su cansancio, el demorado asombro que atrapa a los años cada diciembre, la proximidad del abismo y las despedidas.
Gracias –dijo cuando anuncié mi partida.
Y agregó mirando lejos, como si todo hubiera terminado mucho tiempo atrás, tal vez un año antes de su llegada al calendario que le correspondía:
-Felicidades.