sábado, diciembre 22, 2012

UNA NOCHE DE CUALQUIER AMOR


Una noche de cualquier amor vale más que la desmesura vital de Rimbaud, que los merodeos por el suicidio de Pizarnik o la cirrosis existencial de Bucowsky.
Una noche de encontrarte con cualquier ella como con el disparo sin balas de una ruleta rusa, de amarla como a la sombra de un fantasma y sin embargo su piel, la sangre que se atropella en tu sexo como si fueras a transfundirte entero, a extraviarte sin brújulas ni referencia alguna a todo pero a todo lo que dejás atrás. ¿Pero qué carajo dejás atrás?
Nada, para qué engañarte.
Toda tu historia cabe en esa estación de ferrocarril de un ramal abandonado donde un empleado vestido de gris se ocupa de barrer los andenes y la sala de espera, y de anunciar cada día a la misma hora que el expreso a ninguna parte ha sido cancelado.
Una noche de cualquier amor ha sido la de anoche y hoy, en la sala de espera, se te adormece el alma mientras el tren pasa sin detenerse, provocando el temblor de siempre en los andenes y despertándote apenas para asomarte y verlo perderse en la curva que ya lo lleva otra vez hacia el pasado, su punto de partida y destino. 

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