domingo, junio 10, 2012

DEUDA DE FUEGO


Sentado a la vereda del bar, medio grado bajo cero, un montón de tela que parece arder, al menos es lo que delata el humo blanco que sale por delante de la visera de una gorra. Paso a su lado y oigo una voz familiar:
-¿No saludás más?
-¡Pucho, querido amigo! ¿Qué carajo hacés sentado acá afuera? Te vas a congelar.
-Fumando, qué querés que haga... Vení, sentate.
-Ni loco. Dejé el faso hace años. Ya no moriré por él.
-Vas a morir de todos modos, dejate de joder, aguantame un par de pitadas más y nos vamos juntos.
Eso hago. Con Pucho somos amigos de la infancia.
-El tordo me dio dos meses, tres, a lo sumo. No puedo esperar al verano para fumarme un faso mientras tomo un café en este bar.
-¿Tenés cáncer, eso te dijo el médico?
-¡Qué médico! El Tordo, el jefe de los prestamistas de Almagro: le debo veinte lucas desde la última partida de póker. Me dio dos meses para pagarle. "Tres, si no te encuentro antes", me dijo.
Y antes de que me levante mandándolo a la mierda desenfunda un Camel:
-¿Querés un faso?

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