sábado, marzo 31, 2012

VULNERABLES


Desde que Anthony Perkins vestido de su madre acuchilló a su pensionista, el cine no se ha privado de escenas en las que darse una simple ducha puede ser lo último que hagas en tu vida. La sala de baño -y en especial la bañera, la cortina o mampara que la oculta y que evita mojar el piso con sangre, la ducha y toda la grifería conforman un habitáculo que, en pleno siglo XXI, sigue siendo escenariopropicio para matar o morir.
No ha sucedido lo mismo con las cabinas telefónicas, en extinción como escenas del crimen desde la irrupción de la telefonía celular.
Una y otra -bañera y cabina- tienen en común ser espacios cerrados y opresivos, en los que la vulnerabilidad de la víctima remite a la del niño en gestación, en su bolsa amniótica. 
Claro que ahí están para resguardar su vida las infatigables campañas antiabortistas de la iglesia católica, tan piadosa, que los prefiere nacidos y creciendo, aunque siempre indefensos, apetitosos para la lujuria de sus sacerdotes.
O para el trabajo infantil, cuando ya no alcanza con la reforma laboral, que alimenta la lujuria de las patronales.

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