Empezamos a despedirnos cuando el dolor y la pasión nos abandonan. Cuando decimos adiós antes de hora y aceptamos que se posterguen los abrazos, los cantos y las lágrimas.
Empezamos a despedirnos cuando no estamos en el punto de partida pero tampoco nos importa que en la otra punta del camino alguien nos espere.
Empezamos por fin a despedirnos cuando la del encuentro es una historia que olvidamos.
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