viernes, abril 01, 2011

NI TAL VEZ EL AMOR

El hombre toca el piano y canta en los bares. Es su modo de vida, desde que lo echaron de la filarmónica por llegar borracho a los ensayos. Ha dejado de beber pero toca y canta en los bares mientras ve beber a los demás.

No extraña la bebida, sin embargo, sino el humo. Ni siquiera el tabaco, porque nunca fumó, pero sí el humo. El humo que alivia los contrastes, que desdibuja las siluetas, que vuelve bello lo apenas imperceptible. Como la mujer que esta noche lo mira, lo oye, aunque parezca tan lejana. Extrañando, tal vez, está ahí.

A ella entonces la canción, a ella sin nombre, a ella sin otra distancia que la posibilidad de rozar su piel cuando acabe este tema.

Toca y canta, y ella se desdibuja, va perdiendo nitidez, se vuelve cada vez más un borrón sin cuenta nueva, un trazo evanescente y finalmente nada.

Acaba el tema, el hombre que alguna vez tocó en la filarmónica y que hoy se gana la vida en los bares. Bebe de un solo trago un vaso de agua tibia, se levanta y encara hacia la mesa ya vacía.

No extraña el alcohol, ni el tabaco ni tal vez el amor.

Pero el humo.

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