jueves, marzo 31, 2011

FUERA DE MI CASA

Me dan ganas de irme. De FB, de las redes. Cuando leo, a mi pesar, algunos “post” (¿así se llaman?) que regurgitan mierda, resentimiento, odio cerril. Hablo de acá a la vuelta, de este país que –como alguna vez España- sufrió persecuciones, cárcel, torturas, despotismo.

Defiendo –con la misma ingenuidad que a mis veinte años- la democracia. Ésta, la que conozco, la que tantas veces en la Argentina nos quitaron sin escrúpulos, pretendiendo reemplazarla por “revoluciones argentinas”, “procesos de reorganización”, iso y logo de la pertinaz infamia.

Sé que es burguesa, la democracia. Que este gobierno, como los anteriores y los que vendrán, no vale gran cosa, que hay corruptos, mentirosos, hipócritas y canallas al por mayor y al menudeo. Pero puedo despreciarlos, no votarlos, criticarlos y hasta insultarlos sin que me maten, sin que se lleven a mis amigos, sin que entren a saco en casa en plena madrugada y se lleven a cualquiera de nosotros a la rastra y no volvamos a vernos.

Hay todavía mucha gente –no sé cuánta- que no lo entiende así. O les da lo mismo, a lo mejor porque creen que “esas cosas” les pasaban y les pasarían a otros, que a ellos no, nunca, porque los que nos quitan esta democracia burguesa y corrupta son parte de ellos.

No quiero compartir con ellos mi casa, mi privacidad, pero tampoco que me obliguen a dejar de estar con ustedes, con vosotros, con los de este lado y el de allá. Que nos separe el mar, vaya y pase, no puedo secar los océanos. Pero no el odio, el desprecio, la sombría condición humana del fascismo.

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