lunes, enero 17, 2011

DOLORES

¿Hay días que duelen?

Los lunes, para la inmensa mayoría de zombis a sueldo, de marionetas hundidas en el pantano gris de las ciudades.

Los domingos, para los solitarios por elección ajena, los viejos y los enfermos que sufren aún más ese día que transcurre sin que nadie vaya a visitarlos.

Los viernes, para las amantes de tipos casados con familia tipo, que se borran hasta el lunes y abandonan el deseo, salpican a su entorno con la inmunda hipocresía que durante la semana distraen con sexo fundado en promesas que no cumplirán.

Los miércoles, días anclados entre los sargazos del mar de siete días eternos y sucios como la ropa del miserable que duerme en las calles.

Y quedan tres días inocuos, a veces soportables, a veces tristones, días de tregua, de espera en la sala de espera con revistas viejas y charlas aburridas con desconocidos que no volveremos a ver.

¿Duele el tiempo?

No demasiado. Y es, tal vez, el más aceptado de los dolores, el que llega para quedarse y ser soportado hasta, precisa e implacablemente, el último día.

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